Gastronomía

La “Tríada Gastronómica” de la ciudad son las Judías del Barco, el Chuletón de ternera (dependiendo de la capacidad de cada uno de 500 gramos a 1 kilo de peso) y las Yemas de Santa Teresa. Con un menú de este tipo, el visitante quedará saciado, agradecido y preparado para seguir conociendo nuestras las maravillas que atesora la capital.

Un menú de este tipo es fiel reflejo de la gastronomía abulense, fundamentada en los productos agrícolas y ganaderos de una provincia con gran diversidad geográfica y climática. Por ello, la legumbre es tan afamada al alternar la judía barcense y la carilla (pequeña judía blanca con una pinta negra) de las riberas del Tormes con el garbanzo de La Moraña al norte de la provincia. Y en las carnes, el cabrito de Candeleda con el cordero del valle de Amblés y el cochinillo asado o tostón del norte de la provincia.

Las formas de elaboración son de gran sencillez, primando la calidad del producto que proporciona, de por sí, sabores originales, sin necesidad de aditamentos.

Pero hemos empezado por el final, por la comida, y hay un preámbulo que siempre debemos seguir como de obligado cumplimiento en nuestra visita a la ciudad amurallada y es el del tapeo, el “ir de pinchos”. En Ávila toda consumición va acompañada de un platillo en miniatura de manjares de todo tipo. De los clásicos callos, las mollejas o la omnipresente tortilla de patata pasando por los bocatines, la empanada, etc., todo un gusto para el paladar por lo apetecible del picoteo, de ir degustando pequeñas raciones de variopintos guisos. Si se alarga el tapeo y ante lo abundante de las viandas, será el momento de decidir por el menú a degustar.

Y es que, ampliando el menú ya enunciado con otros platos genuinos, no debemos olvidar las sustanciosas sopas de ajo o castellanas siempre con ese regusto característico a pimentón de Candeleda o los productos de matanza que, aquí, se conservan en pucheros sumergidos en el propio aceite en el que han sido previamente fritos de ahí que se denominen “lomo o chorizo de olla”.

Ya se ha mencionado que los asados se fundamentan en ejemplares de razas autóctonas (como la ternera con Denominación de Origen o el cabrito y el cochinillo que tienen denominación propia). Pero la forma clásica de comer el cochinillo en Ávila es frito y refrito, en pequeñas tajadas, vamos cuchifrito.

Si se prefiere el pescado a la carne, se puede optar por las afamadas truchas fritas, al horno o en escabeche. Y como ciudad de interior de tradición católica, el bacalao alcanza excelentes formas de preparación; rebozado, al ajo arriero, con salsa de pimientos, etc.

No hay que olvidar el regar estos alimentos con los vinos del terruño que siguen la máxima de la simplicidad y son sabrosos, recios y contundentes, procedentes de la zona del Alberche. Edulcorados y afrutados, los encontramos en forma de limonada en la época de celebración de la Semana Santa abulense. Y derivados del orujo, hay aguardientes de variados sabores y aromas.

El postre más sano, el de la fruta, debe adaptarse a la temporada biológica para que ésta se consuma en su mejor momento: melocotones de Burgohondo, manzana reineta del Barco de Ávila, cereza del Valle del Tiétar o el higo de Poyales por poner algunos ejemplos. Y para los más golosos y aparte de las afamadas yemas, hay una gran variedad de dulces tradicionales como los mantecados, perrunillas, amarguillos, jesuitas, empiñonados, torrijas, etc. Por pastelerías que no falte que la capital está plagada de ellas.

La ciudad ha ido ampliando su oferta gastronómica en las últimas décadas y en ella se encuentran establecimientos donde degustar todo lo anterior siguiendo la tradición más enraizada que conviven con fórmulas más innovadoras de cocina de autor y con restaurantes de cocina internacional.

Fuente: Avilaturismo

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